"Sólo que cuando yo mato utilizo la espada que
llevo al costado; vosotros no utilizáis la espada: matáis sólo con la fuerza
del poder, matáis con el dinero y, a veces, matáis sólo con palabras
melifluas."
De "Rashomon"
De "Rashomon"
El sábado 11 de octubre de 1997, estaba tomando un café con mi gran
amigo Ricardo Randazzo cuándo éste me invita a ver "Buenos Aires
viceversa", de Alejandro Agresti; ingresamos a la sala y comenzó la
película.
Pero, Agresti no se equivocó y nos / se retrató como lamentablemente somos; y
ahí reside parte de su maestría, poner poesía donde solo existe basura, la
basura de una sociedad hipócrita y complaciente con lo aberrante.
Utilizó todas las articulaciones y recursos de este maravilloso lenguaje,
imágenes puras, textos cuidados, montaje acorde con la sensación que quería
transmitir, una banda sonora creadora de climas, actuaciones que no
desentonaron, (principalmente el de la protagónica femenina que fue estupenda);
y todo al servicio de un mensaje claro y contundente.
Eso es cine, del verdadero, no el folletín cómodo y comercial de una comedia,
ni una película supuestamente contestataria, pero que lo único que nos enseña
es a temer, no, la de Agresti es de las que nos marcan un camino.
"Es una película que "va y viene", una parte de humor y otra que
no tiene nada por lo cual reír"; fueron las palabras de Agresti al
presentarla en el pasado festival de Mar del Plata, (ésta acotación me la hizo
Ricardo Randazzo).
Por Buenos Aires viceversa transitan los seres anónimos, que sufren este país y
también los que causan y causaron ese sufrimiento.
Es una película adulta, sin golpes bajos, aunque muy dura, pero tendríamos que
ser muy idiotas para negar la dureza de nuestro pasado y presente, (algunos lo
niegan sin ser idiotas, pero de ellos mejor no hablar, demasiada prensa tienen
en los medios masivos de comunicación, además los únicos adjetivos que se me
ocurren para describirlos son insultos).
Los temas plasmados son muchos, los desaparecidos, los hijos de ellos, la
soledad, el desamparo, el cortocircuito entre las relaciones humanas, el manejo
de la información, (amoldando las noticias a las conveniencias de una ideología
perversa); pero con un denominador común, la convalidación en el presente del
aberrante pasado cómo generadores del mal.
Alejandro Agresti es el verdadero rebelde, no el que se queda en la pura
rebeldía; sino el que nos deja un mensaje para el futuro.
A él me quedan sólo cuatro palabras para decirle: gracias por este obsequio.
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