Si decimos que en “Lejana” la mendiga de Budapest es el doble de Alina Reyes,
no estaríamos diciendo nada con respecto al personaje sino que a lo sumo
hablaríamos de un artificio literario sin penetrar en su función narrativa.
Puede manifestarse como una imagen de espejo, como un participante secreto,
como un yo opuesto, como caminos de ambivalencia, como psicomaquia, como una
mente fragmentada; esta última categoría nos remite a “El doctor Jekyll y el
señor Hyde” de Stevenson; a “El lobo estepario” de Hesse; “El monje negro” de
Chejov. Esto con respecto al tema del doble, pero también se encuentra en este
cuento un rasgo de Dostoievski, que es el tratar de describir y explicar a sus
personajes a través de la lógica o la falta de ella, de los propios personajes.
El narrador no es omnisciente, no explica sus personajes por la lógica propia
del autor; es una visión interior desde los personajes, no una visión
panorámica de un autor. Se puede sostener que existe un autor que modela y
conforma a sus personajes y que el mundo de estos está subordinado a la
voluntad del autor; y esto puede ser cierto pero lo que cambia, con respecto a
la novela “realista”, es la actitud del escritor para con sus personajes,
pasando de la actitud de omnisciente a la de la de impotente, el narrador
retiene explicaciones y deja que sus personajes se expliquen a sí mismos a
través de sus limitaciones y su visión individualizada de sus propias
personalidades y de su modo de ser en el mundo.
La relación de Alina Reyes hacia todo lo que representa el mundo de su cuerpo
(su madre, los tres, los conciertos, sus amigas, su novio) y hacia su interior
(sus juegos: componer anagramas y palíndromos, representar a una reina, a una
principiante en un burdel de Jujuy, a una sirvienta en Quetzaltenango, a una
mendiga en Budapest) sugiere la división entre un falso yo y uno real.
Existe una Alina Reyes que juega a los juegos de su entorno (sociedad), juegos
estereotipados en los que Alina participa obligada por los convencionalismos,
pero sin participar verdaderamente en ellos. El que juega no es ella sino su
cuerpo, al que la otra Alina observa como si fuera un “objeto entre objetos”:
“Que sufra. Le doy un beso a la señora de Regules, el té al chico de los Rivas
y me reservo a resistir por dentro... Sé solamente que es así, que en algún
lado cruzo un puente en el mismo instante (pero no sé si es en el instante
mismo) en que el chico de los Rivas me acepta el té de mí y pone su mejor cara
de tarado. Y aguanto bien porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no
me desespera tanto”. En un párrafo del 25 de enero dice: “Que sabía yo de
papelones, la acompañé como pude, me acuerdo que la oía con sordina... pero me
veía las manos entre las teclas y parecía que tocaban bien, que acompañaban
honestamente a Nora... Pobre Norita, que la acompañe otra. (Esto parece más un
castigo, ahora sólo me conozco allá cuando soy feliz, cuando Nora canta Fauré
me conozco allá y no queda más que odio).
Estos textos y otros indican con suficiente claridad que Alina percibe los
actos de su cuerpo, su conducta social, como su falso yo y por otra parte
identifica a su verdadero yo con la otra Alina que ha hallado refugio en su
mundo construido mentalmente.
La descripción del concierto la noche del 28 de enero es, en conjunto, un
ejemplo del poder de aislamiento ¿0 abstracción? de Alina, de su capacidad de
cambiar de personalidad con tanta rapidez como varía las letras de un anagrama:
“Yo veía saludar a Elsa Piaggio entre un Chopin y otro Chopin, pobrecita, y de
mi platea se salía abiertamente a la plaza, con la entrada del puente entre
vastísimas columnas. Pero esto yo lo pensaba, ojo, lo mismo que anagramar es la
reina y... en vez de Alina Reyes, o imaginarme a mamá en casa de los Suárez y
no a mi lado. Hasta este punto del cuento, Alina, se da perfecta cuenta de que
el mundo en que se contempla a si misma como reina / mendiga es un reino
privado de realidad física y que aunque ella cruce el puente en Budapest y
camine por una plaza en la misma ciudad, estos sucesos ocurren en su mente
mientras que ella está físicamente sentada en una sala de conciertos en Buenos
Aires.
Avanzando en el cuento esto ya no es tan claro, los dos niveles se superponen y
entremezclan a pesar de los esfuerzos de Alina por distinguirlos y separarlos,
“Más fácil salir a buscar ese puente, salir en busca mía y encontrarme como
ahora, porque ya he andado la mitad del puente entre gritos y aplausos, entre
<¡Albéniz!> y más aplausos y <¡La polonesa!>, como si esto hubiera
sentido entre la nieve arriscada que me empuja con el viento por la espalda,
manos de toalla esponja llevándome por la cintura hacia el medio del puente.”
Todas o casi todas las alusiones a su mundo físico en Buenos Aires poseen un
matiz alienante lo bastante claro para transmitir la idea que ella no se siente
formando parte de él: el rostro de un amigo convidado a una fiesta, Renato
Viñes, se describe como “Esa cara de foca balbuceante, de retrato de Dorian
Gray a lo último” (otra alusión a otro texto cuyo autor es Oscar Wilde) , en
este caso explícita, que trata el tema de la simplista categorización de
alienación; en otro caso su madre es descripta como “pescado enormísimo y tan
no ella”, el chico de los Rivas tiene “... cara de tarado”, Luis María, su
novio, “... contento con cara de perrito” y más adelante ella misma lo llama
“mi cachorro, mi bobo”; la música se convierte en una cosa más a tolerar y
soportar; Alina permanece aislada del programa del concierto, su yo real no es
ese.
Ese mundo de felicidad para los demás pero de infelicidad para Alina se
convierte en una amenaza para su yo. En ese mundo, que ella ve como extraño, el
que le pide que ella sea lo que no es o se niega a ser; y su temor a ser
“sumergida, encerrada, tragada, ahogada, devorada, apagada, sofocada” por él la
fuerza a refugiarse en esa parte de sí misma que otros rechazan pero que ella
reconoce y acepta como incansablemente auténtica. Al principio mismo del
relato, en el primer apunte de su diario, el del 12 de enero; Alina emplea,
para definirse a si misma, tres metáforas que confirman su temor a ser
destruida por los demás. En primer lugar dice que es “...una horrible campana
resonando...” queriendo decir que ella no es sí misma, sino el mero eco de los
demás. Añade que es “...una ola...”, un cuerpo de agua cuya forma y “realidad”
depende, no de sí mismo, sino de los fenómenos externos que la producen y cuya
forma carece de toda permanencia y está determinada por factores distintos de
sí mismo. Finalmente, Alina se ve como “...la cadena que Rex arrastra todas las
noches contra los ligustros.”, comprimido relato de su drama, puesto que Alina
ve a su verdadero yo como una reina (rex, rey en latín), pero también sabe que
está aprisionada y atada por la cadena de su falso yo, una cadena que arrastra
impotente y sumisa como un perro bien adiestrado. Alina hace otras alusiones a
su verdadero yo en el diario del 20 de enero “Ahora estoy cruzando un puente
helado, ahora la nieve me entra por los zapatos rotos.”, amenazada por todo lo
que se exige de ella lo que ella no es, Alina se aferra a esa zona de sí misma
en la cual reconoce su verdadero ser. Esta es la zona que los demás consideran
indeseada y la ven como “la lejana”, la remota Alina que “rechazan”, “pegan”,
“injurian” y “maltratan”, la mendiga de Budapest cuyos zapatos rotos dejan
entrar el frío y la nieve. Alina soporta su falso yo (el corporal, el de Buenos
Aires) hasta el punto que amenaza sofocar a su verdadero yo. Cuando esto
sucede, se produce un desequilibrio que obliga a Alina a apartarse más de su
falso ser y a retirarse más a su otro yo, la reina / mendiga, irreal para los
demás pero intensamente real para si misma. Es el mundo de los demás lo que ha
perdido toda realidad para Alina. En este punto el tratar de revelar a los
demás este sentimiento, lo considera una locura, este es su último esfuerzo por
sofocar a su auténtico yo en beneficio del falso, (y de los demás), esto queda
plasmado en el párrafo de su diario del día 25 de enero, noche, más tarde: “Ir
a buscarme. Decirle a Luis María Yo digo: ¿y si estoy? (Porque todo lo pienso
con la secreta ventaja de no creerlo en el fondo. ¿Y si estoy?) Bueno, si
estoy... Pero solamente loca, solamente... ¡Qué luna de miel!.
Aunque en su superficie la historia pueda parecer un cuadro clínico al tratarse
de literatura nos proponemos estudiar la eficacia de la narrativa como texto
literario. En este sentido, la primera conclusión es que el diario, como
vehículo de información del narrador hacia el lector, es el logro formal más
inmediato. Si el relato hubiera sido narrado en primera persona por la propia
Alina, hubiera exigido una coherencia (no de estilo, sino de composición)
contra el hilo de la fragmentada percepción a través de la cual el narrador
contempla y registra el conflicto entre sus dos personalidades. El diario, como
forma literaria, permite la única coherencia que autoriza la perspectiva del
narrador sin violar su naturalidad, intimidad, fragmentariedad y una aureola de
autenticidad que conviene y es condición característica del diario. En
“Lejana”, como en muchos de sus cuentos, Cortázar consigue una naturalidad que
él mismo define como una de las mayores grandezas de toda narración: “Lo que se
cuenta en una historia debe indicar por sí mismo quién habla, desde que
distancia, desde que perspectiva y según qué modo de discurso. La obra no se
define tanto por los elementos de la fábula o su ordenación como por los modos
de dicción indicados tangencialmente por el enunciado mismo de la fábula”.
La división de la personalidad de Alina es perceptible a través de sus vacilaciones,
las contradicciones y la temperatura del discurso. Para un personaje que ve a
los demás como la encarnación de su falso yo y al mismo tiempo como una amenaza
a su verdadero ser, el diario es su forma de expresión.
¿Cómo podría Alina “contar” de otro modo a los demás lo que le está ocurriendo,
cuando los demás representan para ella la negación misma de lo que está
experimentando?. Alina sólo puede explicarse a sí misma el doloroso proceso de
volatilización de su falso yo y la no menos dolorosa búsqueda de un “puente” de
acceso a su verdadero yo. La alternativa del diario como vehículo expresivo
sirve para dar verosimilitud a la fragmentariedad del relato, aquí encontramos
uno de los recursos del narrador para no intervenir en el cuento, ya que hasta
aquí todo es relatado por el personaje en primera persona, no existe ninguna
acotación de quién lo escribe.
Con la aceptación de Alina de sus fantasmas como “encarnación” de su verdadero
ser, el diario llega a su fin. Y aquí es donde surge el problema más difícil
del texto: ¿cómo resolver la situación de Alina, tal y como se ha expuesto a lo
largo del diario?. ¿En términos de un análisis psiquiátrico o psicológico? Por
supuesto que no. La narración no es una historia clínica de un caso que, como
tal, debe concluir con el final del diario. La disyunción del personaje entre
la persona que uno es a sus propios ojos (el ser para uno mismo) y la persona
que uno es a los ojos del otro (el ser para otro); se necesita este
entendimiento para comprender el significado de la búsqueda de Alina y su
necesidad de llenarse a través del otro, y por esta razón la historia no
concluye con el diario. La fuente de energía que pone en movimiento la historia
es el conflicto entre el falso yo y el verdadero yo de Alina, entre Alina Reyes,
“la hija de su madre”, “la amiga de Nora”, “la novia de Luis María”; y entre la
mendiga que la espera en un puente de Budapest, entre la de aquí y la “lejana”.
Una buena parte de la obra de Cortázar está marcada por “las búsquedas”. Así
como “Rayuela” es la gran novela de esa búsqueda, la de una “Isla Final”, de un
refugio del deseo, de un centro; pero que al final, como el propio Cortázar ha
dicho, se queda en un territorio “en que el hombre se encontraría en una
especie de total reconciliación y abrogación de las diferencias”; “Lejana” es
una clara expresión de esta búsqueda. Alina Reyes es el primer personaje de esa
larga serie de “perseguidores” que, a través de toda la obra de Cortázar,
buscan y exploran un terreno que no es sino el territorio del yo en busca de la
autenticidad. Como Talita en “Rayuela”, Alina está a punto de cruzar “el
puente” sabiendo que con este acto se juega los huesos; pues si el peligro del
puente construido por Horacio y Traveler reside en la fragilidad de su
relación, encarnada como una metáfora “in vivo” en ese puente construido con
tablones de uno y otro lado, pero sin unión firme en el medio, que Talita va a
cruzar como prueba de un equilibrio que podría trastornarse en cualquier
momento; el peligro a que se expone Alina es también la rotura de un equilibrio
precario, las dos partes divididas de su personalidad, que podría hacerse
añicos en cualquier instante. Pero Talita y Alina cruzan el puente, sintiendo
que con ese acto tocan un territorio en el que está a punto de producirse la
inminencia de un encuentro.
El puente que Talita cruza en “Rayuela” abarca el espacio del absurdo, pero lo
cruza porque sin comprenderlo “comprende” que “sólo viviendo absurdamente es
posible romper este absurdo infinito”. Mientras “Rayuela” proporciona una
respuesta existencial a la perplejidad de Talita, “Lejana” resuelve el dilema
de Alina según la poética de lo fantástico. A fin de otorgar literalidad a los
fantasmas de Alina, la historia confía la narración del relato a un narrador en
tercera persona. Sabemos que los fantasmas de Alina son la expresión más
poderosa de su verdadero yo; pero puesto que lo fantástico yace, siguiendo la
definición de Todorov, en la vacilación entre “lo extraño” (que no viola el
orden causal más que a través de la conciencia del lector) y “lo maravilloso”
(que añade un segundo orden de la causalidad), esa vacilación no se producirá
hasta el final, como un punto de apogeo en el que culmina una gradación
sutilmente construida. El segundo narrador de “Lejana” mantiene el orden
cotidiano establecido durante el diario, cediendo finalmente a un acto mágico a
través del cual el plano imaginario irrumpe en el plano histórico. El puente
tantas veces soñado por Alina se convierte en una realidad física en una ciudad
lejana y fría, pero la aparición de “la harapienta mujer de pelo negro y lacio”
lo convierte en una metáfora de ese “centro” tan buscado y en el que Alina
entra “entera y absoluta”. El fantasma de Alina, su yo íntimo y lejano, su
personalidad rechazada y maltratada por los demás, ya no es un fantasma
asediado y acosado por el sistema de su falso yo; asume la dimensión de una
realidad que devuelve a Alina su capturada felicidad: “Ceñía a la mujer
delgadísima, sintiéndola entera y absoluta dentro de su abrazo, con un crecer
de felicidad igual a un himno, a un soltarse de palomas, al río cantando”.
En la mendiga, Alina “abraza” (en el doble sentido de estrechar y adoptar) su
verdadero yo y exorciza a su falso ser. El encuentro representa la “victoria de
la reina sobre esa adherencia maligna, esa usurpación indebida y sorda”. En el
abrazo, la otra “...se sumará a mi zona iluminada, más bella y cierta; con sólo
ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro.”; ella, por otra parte, “...
Alina Reyes lindísima en su sastre gris,...”, la falsa, la abandona como lo
haría un extraño.
¿Importa que en términos psiquiátricos esta transferencia equivale a una
alienación psicótica y a una ruptura.?, no; ya que en términos literarios
representa una reconciliación, la aceptación de un yo auténtico y el rechazo de
un yo alienado, porque el punto de vista de la narración es el de Alina y no el
de “un narrador objetivo” que observa, describe y juzga.
La búsqueda de Alina plantea preguntas en las que cualquier lector medianamente
bien dispuesto reconoce sus dilemas. Si existe un doble en “Lejana”, la reina /
mendiga, no es para sacudir ni sorprender al lector con un suceso misterioso.
El empleo de esta herramienta literaria en “Lejana” está motivado y justificado
desde dentro de la historia. Su función es discernible si se comprende primero
la emocionante humanidad del personaje la completa estructura de su dividida
personalidad. Entonces el acontecimiento fantástico se convierte en una
dimensión más de lo real. Lo fantástico se convierte así no en una ruptura con
la realidad histórica, aunque pueda parecerlo desde nuestros parámetros
lógicos, sino en la comprensión de lo que parece ser irreal dentro de nuestros
contextos causales. En un relato breve podemos distinguir cuatro esquemas
básicos: 1) el espacio, 2) los personajes que se mueven dentro , 3) que generan
un conflicto y 4) que se resuelve en un desenlace. Sin embargo, a diferencia de
otros cuentos, en “Lejana” esos vínculos o esquemas no forman una cadena
secuencial, sino que se superponen. Desde el inicio del relato cada una de las
cuatro unidades se entrecruza con las demás, y el desarrollo de la narración
procede no a través de un orden sucesivo en el que cada unidad absorbe y
reemplaza a las precedentes, sino que en lugar de eso, concentra bajo un
enfoque único los diversos elementos de su estructura. Las tres primeras
páginas del cuento definen ya el espacio narrativo (el mundo dentro y fuera del
hogar de Alina), presentan y sitúan a los personajes (Alina, madre, Nora, Luis
María, amigas de la madre), introducen el conflicto (las imágenes de la
campana, la ola y la cadena en las que se ve Alina) y anticipan el desenlace
(... que será cualquier cosa, mendiga en Budapest ...”. Pero esa totalidad se
presenta de forma en cierto modo críptica y el resto del texto funciona como un
sistema de lentes que nos van aproximando hacia “la visión” de una manera cada
vez más clara, alterando y corrigiendo los primeros esbozos que nos plantea al
comienzo.
“Lejana” presenta el conflicto dentro de un orden cerrado (su falso yo) y un
orden abierto (el verdadero yo de Alina) que se resuelve en la absorción del
primero por el último. La lucha entre las dos personalidades que pugnan dentro
de Alina concluye con una ruptura a través de la cual el personaje suprime un
orden cerrado, en cuyo espacio habita su falso yo, a fin de entrar en un orden
abierto en cuyo espacio se hace posible la realización de su verdadero ser.
En su búsqueda, no importa si Alina juega y pierde todas las cartas de su
conducta porque esa cordura es la raíz misma de un estado de alienación que la
obliga a destruirse a sí misma, bien renunciando a su propio ser, bien, y eso
equivale a lo mismo, adoptando esos papeles sin sentido que se ve forzada a
interpretar, borrando su identidad con esos juegos vacíos en los que tiene que
participar. La mendiga que encuentra Alina en el centro de un puente lejano es,
por otra parte, la única a quién ella reconoce como “su zona iluminada”, como
la proyección de su verdadero ser y como punto de reencuentro y reconciliación
entre su ser para ella misma y su ser para el otro. El puente que Alina cruza
no es sino el mismo que en “Rayuela” se define como “puente de hombre a
hombre”; y, después de cruzarlo, Alina se encuentra con la otra y se convierte
en la otra. En “Lejana” existe ese tipo de metáfora (que puede ser descripta
como fantástica), que permite una ruta de acceso a ese segundo orden; como “los
ruidos” de “Casa tomada”, el “tigre” de “Bestiario”, “el manscupias” de
“Cefalea” o los “conejos” de “Carta a una señorita de París”; no es sólo un
mero espejismo del personaje, sino un medio de acceso al conocimiento, en
términos poéticos, a estratos de la realidad que escapan a los esquemas
lógicos.
Nos faltan analizar algunas características de la personalidad de Alina, por
ejemplo su estrato social; apoyándonos en Bajtin: “Al acudir a los
correspondientes estratos no literarios de la lengua nacional, se recurre
inevitablemente a los géneros discursivos en los que se realizan los estratos.”
En “Lejana”, podemos inferir que pertenece a un estrato bastante bien definido,
el de la clase media a media-alta argentina de mitad del siglo veinte, una
clase que con un cierto poder económico va adquiriendo un determinado perfil
cultural, ya que este termina por definir esa clase en esa época (asistir a
conciertos, vestir de determinada manera, recibir a los conocidos más cercanos
sirviéndoles té, etc., el caso se complica cuando comenzamos a vislumbrar el
conflicto entre el yo para si misma y el yo para los otros, donde, aunque
utilice términos y frases pertenecientes a ese estrato social, se está
refiriendo a otro muy distinto.
Este relato es una pieza literaria y como tal podemos decir, parafraseando a
Barthes que es “un tejido de significantes que constituyen una obra”, nuestra
interpretación ha sido basada en las diversas categorías descriptas por este
autor y otros, pero refiriéndonos a él podemos decir que la verosimilitud de
este relato en apariencia inverosímil se encuentra en que se pueden
“aceptar”varias situaciones por separado y al mismo tiempo, ya que el cuento
pertenece al campo literario donde el efecto de realidad actúa, al menos en
este cuento, en varias frases contradictorias para una “lógica matemática”
lógica del (0 – 1 falso – verdadero), para establecer la de (0 – 2 donde el
cero denota y el uno es totalmente soslayado por lo que la verdad no existe),
ejemplos de ello pueden ser: “Más fácil salir a buscar ese puente, salir en
busca mía y encontrarme como ahora, porque ya he andado la mitad del puente entre
gritos y aplausos, entre <¡Albéniz!> y más aplausos y <¡La
polonesa!>, como si esto hubiera sentido entre la nieve arriscada que me
empuja con el viento por la espalda, manos de toalla esponja llevándome por la
cintura hacia el medio del puente.” , o en: “Que sufra. Le doy un beso a la
señora de Regules, el té al chico de los Rivas y me reservo a resistir por
dentro... Sé solamente que es así, que en algún lado cruzo un puente en el
mismo instante (pero no sé si es en el instante mismo) en que el chico de los
Rivas me acepta el té de mí y pone su mejor cara de tarado. Y aguanto bien
porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no me desespera tanto”, etc.
Otro mecanismo es la Máthesis, (el saber previo o posterior a la lectura), lo
encontramos también asociado al efecto de realidad, en este relato, (reconocer
el diario íntimo como el medio “más auténtico” que puede contar uno de sí
mismo, la mención a compositores o piezas musicales, el frío extremo de
Budapest en invierno, la desolación de una mendiga a la intemperie, etc.).
La Mimesis (representación de la realidad) está distribuida por todo el cuento
(acompañar al piano, bailar con su novio, cruzar un puente, el frío en los
pies, el abrazo entre Alina y la mendiga, etc.
El mayor efecto de realidad que encontramos en este relato es su
fragmentariedad al ser un diario íntimo, ya que nos hace aceptar posibles
omisiones, contradicciones, etc., que en un relato “lineal” no hubieran causado
tal efecto, y por supuesto la palabra “autorizada” del narrador omnisciente al
final del cuento ya que lo hace desde un género discursivo muy apropiado para
ello, el de una crónica periodística.
En cuanto a lo referente a la semiosis, creemos que ya fue tratada en casi todo
este trabajo, desde el punto de vista que la semiosis, como el estudio general
de todos los signos (de la interacción humana) sería el estudio del poder si
nos referimos a su utilización, o en palabras de Voloshinov de la ideología, ya
que todo signo es ideológico, pero como dice Barthes sólo haciendo trampas con
los signos podemos hacerle trampas al poder y esto ha quedado muy en claro en
todo el cuento.
En realidad la que habla es la lectura, y con ella la interpretación y sobre
codificación que haga el lector, de allí que nuestra interpretación no sea ni
más ni menos exacta que cualquier otra.
1 comentario:
Gracias, tengo que rendir literatura para terminar el secundario y la verdad que lejana fue un texto que me costo mucho entender por sus relatos y cambios, ademas de que nunca fui muy amigo de la literatura, con este blog se me aclaro mucho mas el panorama de lejana y simplifico mucho mi area de estudio. gracias por tu esfuerzo y espero que sigas asi.
Patricio Rojas
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